En los últimos días, escuché que el lujo lo definen como una actitud.
Es cierto que el lujo se manifiesta en la actitud: en la forma en que habitamos un espacio, en la delicadeza de un gesto o en la elegancia de una conversación.
Pero limitarlo únicamente a una pose sería ignorar su verdadera profundidad.
El lujo, especialmente en América Latina, tiene raíces más profundas. Es herencia, propósito y saber hacer. Es la maestría de los artesanos que transmiten sus técnicas de generación en generación, la transparencia con que se construyen las cadenas de valor, la empatía con las comunidades que sostienen la excelencia y la estética que da identidad a cada creación.
Por eso, en nuestro contexto, el lujo no puede entenderse como un simple accesorio de la actitud. Es una responsabilidad cultural. Una manera de construir imaginarios que reconectan con la esencia humana, que celebran la autenticidad y que proyectan al mundo un nuevo horizonte: el del lujo con propósito latinoamericano.
La actitud puede ser la superficie visible, pero lo que legitima al lujo son sus pilares: origen, autenticidad y trascendencia.
OJO: Fomentar el ego a través del lujo es patrocinar la superficialidad: un brillo vacío, sin apreciación por el saber hacer ni coherencia con la esencia cultural que lo sustenta.
Quien escribe..
Lina Bustillo │Especialista en Alta Gama Latinoamericana
Con la misión de fomentar las propuestas de Lujo de varios sectores en América Latina, se ha dedicado a investigar, diseñar e impartir programas especializados en lujo latinoamericano.

